Abora nu estoi siguru de quín dejó escrito que Manuel Llano nu bía liíu a Pereda. Gerardo Diego, se me jaz. A güen siguru lo jizo con un aquel peyorativu muy habitual nesti autor que anguien ha comparáu muy certeramente col Dr. Jekill y Mr. Hyde (aliniáu cona generación del 27 cuando convenía y col régimen franquista tamién cuando convenía, es dicir, un completu oportunista, onqui, bien miráu, nu sé quín dió en cudar que la generación del 27, es dicir, la vanguardia literaria d´enteguerras -mundiales- n´España era d´isquierdas pol meru jechu de ser de vanguardia) y más aún tratándose de Manuel Llano, al que inclusu allegó a ridiculizar enel epílogu qu´enjaretó pala edición póstuma de Dolor de Tierra Verde (dejemos pa otro día cómu es que Manuel Llano l´emprestó, tal y cumo Gerardo Diego diz, el manuscritu desti libru pa que lu pasara a máquina, cuando precisamente l´autor de la obra trabajaba cumo corrector y componedor en un periódicu). Gerardo Diego, ena sú inorancia, tenía a Llano por costumbrista, y d´habelu síu, nu ber liíu a Pereda, ciertamente, tendría pecáu. Que Gerardo Diego estuviá enquivocáu, malu. Que entá lo estemos nós, peor.
Y es que Llano arrespundía a los resortes costumbristas al principiu de la su carrera cumo escritor, cuando diba del ramal de Delfín González y emprentó El Sol de los Muertos, que allegó a nu querer recordar. Pero mutó. Llano era un biuindicador, cumo las mariposas, de los cambeos que asocedían enel sú entornu, de tal móu que l´escritor cabuérnigu bía trucáu anantes de la su prematura muerti en un escritor d´absoluta vanguardia, y d´isquierdas, es dicir, n´escritor de avanzada, angu que Gerardo Diego no juéi pa veer. O nu quiso. Pa Gerardo Diego un escritor de pueblu era un escritor de pueblu, o lo qu´es igual, menor. Y menor por partida domple porque, amás de pueblu, era d´isquierdas. El ser d´isquierdas y creer enel bien común era sellencu de genti que nu era pa medrar por sí mesmu (y a minudu contra l´otru), cudaría qué. Enjuntu, en tal de creativu, Gerardo Diego lu tildó d´"ingeniosu". Cáa unu enel su sitiu y, qué casualidá, a Gerardo Diego, encargáu de repartir las cartas durante la posguerra, li tocó el de preferencia. "Porque yo lo valgo", que diría hui, de siguir vivu (murió de vieju, privilegiu que daquella nu estuvu al acance de toos, en un hespital de Madrid).
Nu sé si Llano leyó a Pereda o no. Críticas literarias a la su obra, publicó. Es de suponer, entós, que sí lo jizo. Lo qu´está claru es que la opinión que li merecía nu era muy positiva a tenor del siguiente fragmentu entesacáu de Brañaflor: "Aquí todos son hidalgos. (...) No se humilla el roto ni es soberbio el que tiene haciendas. La literatura ha mentido como una bellaca. Aquella literatura decadente, sinuosa y mustia que nos llamó granjeros de las ubres pasiegas. Aquí todos son hidalgos. (...) No importa la talega y el blasón, ni la olla ni los duelos. Adentro, adentro en la entraña viva". Las referencias a títulos peredianos son evidentes. Qué manera de repartir... Llano entá pon a unu, setenta años dimpués, en pie.
Ni la obra ni la memoria de Gerardo Diego me interesan más allá de lo justo, pero sí creo que me gustaría puntualizar un par de afirmaciones. Por un lado dices que, según la conveniencia, se alineaba con el 27 o con Franco. En realidad, Gerardo Diego no se alineó nunca con el 27, ya que el 27 es una realidad cultural (y por tanto con mucho de ficción) maquinada por el propio Diego, quien le dio forma, características y nómina a través de sus dos conocidas antologías. Más que tomar parte por el Grupo del 27, el Grupo no existiría como lo conocemos hoy sin Diego (otra cosa es la trascendencia de algunos de sus integrantes, que hubiera sido la misma).
ResponderEliminarTampoco me parece que sea preciso afirmar que tomara partido por el dictador. Desde los primeros momentos de la Guerra Civil, estuvo evaluando la posibilidad de salir al exilio si Franco triunfaba, y esa duda era perfectamente conocida por el régimen. Sí se le puede acusar de cobarde o cómodo, ya que en vez de tomar una posición ética más clara, tuvo miedo de las consecuencias que tendría para su familia (con dos niñas pequeñas) el paso al exilio. Luego, claro, el régimen lo manipuló y él, como tantos españoles, se plegó a la máxima de evitar dificultades.
Su desprecio sobre los autores que consideraba populares y como tales menores contrasta, curiosamente, con una parte relevante de su producción, bastante menor en cuanto a calidad literaria y bastante popular en su tono y forma. Y es que ya muchos han señalado que Diego era tan buen crítico con los demás como pésimo crítico con su propia obra. En todo caso, creo desatinadas sus apreciaciones sobre Llano, no sé si fruto de cierta pedantería intelectual, de una mala lectura, de un prejuicio o simplemente de la ignorancia. "Brañaflor", qué le voy a hacer, me parece una obra mucho más seria y redonda que el pastiche de "Mi Santander, mi cuna, mi palabra".
Saludos
Gracias por tus puntualizaciones, Rukaegos. La generación del 27 es una convención a la que dio forma Diego, cierto, y que los propios miembros de dicha generación aceptaron por conveniencia. Y es que, además de escritores, los del 27 tenían mucho de publicistas (el siglo XX no sólo trajo el cinematógrafo). El precio que pagaron a cambio de los oropeles fue alto porque el 27 basculó hacia la deshumanización del arte, cuando muchos de sus miembros presentaban un claro perfil social. Les imagino a dos aguas. Y les imagino también dolidos por tener que elegir. Lástima, pensarían, la literatura de avanzada, posicionada claramente a la izquierda y que, aunque sólo fuera por efecto reflejo, evidenciaba los resabios derechistas del 27. Lástima tener que elegir (mala época, sí). Y lo hiceron: la literatura de avanzada no abría puertas, más bien lo contrario, así que muchos ni estornudaron, al menos no hasta que el golpe de estado lo desbarató todo. La literatura de avanzada tornó de calibre grueso y la vertiente formal se engoló hasta lo indecible a manos de los literatos orgánicos del régimen, entre los que se encontraba, aunque nos pese, Diego. Bueno, es una lectura muy ligera, sesgada, partidista y seguramente equivocada de un asunto muy complejo. Seguramente mañana haya cambiado de opinión al respecto.
ResponderEliminarY por lo que hace a los motivos que justifican la filiación franquista de Diego, bueno, únicamente recomiendo la lectura (no a tí en particular, Rukaegos, sino en general) de "Mala gente que camina", novela reciente de Benjamín Prado. Y no digo más para mantener el suspense.
Brañaflor es una obra de calidad, sí, pero en mi opinión la supera Monteazor o Dolor de Tierra Verde. Ahí hay esperanza de una literatura nueva que no llegó a despegar. El águila imperial la cazó apenas remontado el vuelo. Y hasta hoy.
Saludos,
Serrón