Ahier caminaba solu pola calle, cumo siempre, segle, cumo casi nunca, y espenzó a embargame un juerte olor a flores. La primovel, pensé, qu´allegó. Pero no: era una jatera de mujeres que diban de boda por trás de mí, toas pintureras ellas, agoliendo a química, parlataneras, alantándome por derecha e isquierda, cumo´l vientu sur.
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