Estaba con un poeta del tres al cuarto, de esos que todavía riman, y un pintamonas que había descubierto que con el pincel despeluchado era más fácil pintar hierba y nubes, y me decían uno en cada oreja que el cántabro, buf!, el cántabro, que si no me parecía de catetos el cántabro.
Y, joder, no, no me lo parece: la estigmatización del cántabro me habla de desigualdades, la estandarización de autogestión, la dicotomía entre lo cántabro y castellano de identidades... No creo que sea cosa de catetos, al contrario, me parece un núcleo ardido de la contemporaneidad, una forma de poner cara a problemas actuales de alcance global, tenemos esa suerte, de poder debatir sobre algo muy cercano y, al hacerlo, de estar debatiendo en términos aplicables a escala mundial... joder... de catetos, pues sí que andamos bien: el versificador que se pierde rebotando de rima asonante a consonante y el pintor intentando no quedar pegado al lienzo cuando seca el óleo.
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