miércoles, 14 de julio de 2010

Tres euros

Hace cinco años fui a Madrid para conocer al mejor poeta que ha tenido Cantabria, un poeta experimental, pionero de la poesía visual, que también fue editor, agitador cultural, galerista... Impresionante.

Habíamos hablado por teléfono varias veces. La primera él estaba dando un paseo por un parque. Hablamos largo. Le hacía gracia mi acento, decía. Le traía recuerdos. Continuamos hablando de vez en cuando. Su salud empeoraba. Hablamos la tarde antes de marchar yo a Madrid. Estaba ingresado en un hospital madrileño. Quedamos en que a la mañana del día siguente subiría a su habitación para saludarle. Me iría a buscar a un bar cercano su sobrino. Me costó entenderle. Hablaba con mucho esfuerzo.

Cogí el autobús, llegué de madrugada y a la mañana siguiente marché al hospital. Le llevaba un par de botellas de sidra natural hechas por un amigo (veceru; no sé si te lo había contado; quizá eran las de tu boda). Algo más le llevaba, pero no recuerdo qué.

Estaba esperando en el bar cuando veo aparecer a su sobrino y a una mujer. Era la viuda. Había muerto esa misma noche.

Le había dicho a su mujer que cogiera un libro suyo de casa y que se lo llevara al hospital para dedicármelo.

Tengo el libro. No está dedicado. Murió antes de hacerlo. De hecho, le sedaron poco después, según me dijeron, muy poco después de hablar conmigo.

Hoy he ido a la librería Estudio a buscar material para una exposición que estoy preparando. Revolviendo una estantería me encuentro el mismo libro, portada negra, tipografía de palo seco, que me regaló. Pero éste está numerado y firmado por él.

Lo tengo aquí conmigo.

Me ha costado tres euros.

El mejor poeta que hemos tenido y tendremos.

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