No sé si estoy de acuerdo contigo. El haiku tiene una medida concreta que mi texto no respeta. El espíritu, sí. Creo en el trasvase, más que de formas, de ideas. O, mejor dicho, de las ideas que trasladan las formas.
El espíritu de mi texto, si me apuras, no es sólo japonés. También lo es cántabro. Los japoneses están logrando traducir los resortes de su cultura al mundo actual. Es otra forma de decir que están haciendo el presente suyo. Y lo están haciendo bien, porque están potenciando todo aquello que les vincula con su entorno. Es ésta una idea de futuro: la sostenibilidad, la tradición como repositorio de prácticas y conocimientos adaptativos (adaptarse supone saber cambiar, pero sin perder el rumbo). Nosotros, los cántabros, podríamos hacer lo mismo. Tenemos los mimbres. Mi familia, por ejemplo, tiene muy metido adentro el valle. El respeto por todo lo que nos rodea es algo que se da por hecho. Buen ejemplo fue el día de ayer: por tradición, el día de los dejuntos no se puede ni siquiera dar una patada a una piedra, porque sería faltar el respeto a lo que somos, que es, también, lo que nos rodea. Es una forma de animismo todavía latente. Estas corrientes subterráneas todavía tienen en Cantabria el agua fresca. Podríamos beber en ellas y ponernos en vanguardia, junto con Japón, por qué no, y crear, por qué no (bis), nuestra propia tradición literaria. El espíritu del haiku es también cántabro. Las trovas, las tonadas y tantas otras estructuras están esperando a que las dotemos de contenido actual, que es lo mismo que decir de futuro (todo lo bueno, decía el bueno de Manuel Llano, es actual). Me encanta leer literatura japonesa porque me reconozco, nos reconozco, a nosotros y a lo que podríamos llegar a ser.
Güen haiku
ResponderEliminarNo sé si estoy de acuerdo contigo. El haiku tiene una medida concreta que mi texto no respeta. El espíritu, sí. Creo en el trasvase, más que de formas, de ideas. O, mejor dicho, de las ideas que trasladan las formas.
ResponderEliminarEl espíritu de mi texto, si me apuras, no es sólo japonés. También lo es cántabro. Los japoneses están logrando traducir los resortes de su cultura al mundo actual. Es otra forma de decir que están haciendo el presente suyo. Y lo están haciendo bien, porque están potenciando todo aquello que les vincula con su entorno. Es ésta una idea de futuro: la sostenibilidad, la tradición como repositorio de prácticas y conocimientos adaptativos (adaptarse supone saber cambiar, pero sin perder el rumbo). Nosotros, los cántabros, podríamos hacer lo mismo. Tenemos los mimbres. Mi familia, por ejemplo, tiene muy metido adentro el valle. El respeto por todo lo que nos rodea es algo que se da por hecho. Buen ejemplo fue el día de ayer: por tradición, el día de los dejuntos no se puede ni siquiera dar una patada a una piedra, porque sería faltar el respeto a lo que somos, que es, también, lo que nos rodea. Es una forma de animismo todavía latente. Estas corrientes subterráneas todavía tienen en Cantabria el agua fresca. Podríamos beber en ellas y ponernos en vanguardia, junto con Japón, por qué no, y crear, por qué no (bis), nuestra propia tradición literaria. El espíritu del haiku es también cántabro. Las trovas, las tonadas y tantas otras estructuras están esperando a que las dotemos de contenido actual, que es lo mismo que decir de futuro (todo lo bueno, decía el bueno de Manuel Llano, es actual). Me encanta leer literatura japonesa porque me reconozco, nos reconozco, a nosotros y a lo que podríamos llegar a ser.