domingo, 26 de febrero de 2012

Santoña

Los amoríos del besugo y la sirena son el bastidor sobre el que se van componiendo las coplillas del Carnaval de Santoña, las coordenadas de un mapa, que, como todo mapa, representa una realidad que se trasluce, en el Carnaval de Santoña, con toda su crudeza: que si la concejala no sé qué, que si tal vecino no sé cuánto, etc. En el fondo, todo, nunca lo he visto más claro, son formalizaciones de lo mismo, lo básico, que no es otra cosa que la necesidad de dotar de lógica al caos; de reclamarla, al menos.

Resulta que el señor con barba y peluca rubia a lo Marilyn vestido de viuda que disparaba coplillas con posta lobera desde el escenario era el mejor de los regeneracionistas que se nos pueda ocurrir.

Y de paso, no deja de ser gracioso, muy, de hecho, que un pez le diga a otro que su mujer es una japuta y el interpelado le responda que no, que se equivoca, que lo que es, es una paparda. O que se tache de torpe al besugo por no haber sido capaz de abrirle las piernas a la sirena. O que los santoñeses se rían de sus vecinos los laredanos porque a su superpuerto no se arriman ni las ballenas.

Tremendo.

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