domingo, 12 de agosto de 2012

Marte


Que la fotografía no es objetiva ya lo sabíamos. El propio encuadre ya delata la presencia del fotógrafo, que selecciona qué queda dentro y qué no. Pero siempre nos ha gustado fantasear con lo contrario, que la cámara simplemente está ahí, haciéndose eco de la realidad, dibujándola con luz, capturando momentos. La sombra del fotógrafo proyectada sobre el campo de batalla invalida una buena fotografía de guerra, por ejemplo. O al menos así ha venido siendo hasta ahora.

La fotografía enviada desde Marte por el robot Curiosity ha trastocado el eje sobre el que pivotábamos.

Se trata de una fotografía tomada a ras de suelo, impresionante (me recuerda las tomas de Yasujiro Ozu, un director de cine japonés cuyo plano característico adopta el punto de vista de un adulto sentado en un tatami). No sé si habré visto antes otras imágenes de Marte reales (son tantas las películas, tantas las infografías, etc.), pero ésta es la primera que me transmite la sensación de "sí, hemos llegado, estamos allí".

En esta primera fotografía, en cierto modo una fotografía fundacional, aparece la sombra del robot que la ha tomado. Es una fotografía cargada con nuestras miradas; mejor dicho, con la prolongación de nuestras miradas, que es el robot Curiosity (no podría tener un nombre más acertado).

Comenzamos a aparecer en las fotografías que tomamos, a aparecer en lo que hacemos. Es un nuevo Renacimiento. Alcanzar la escala de las estrellas nos vuelve a situar en el centro.

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