lunes, 25 de marzo de 2013

Corra 1

Subimos este sábado a Corra, uno de los barrios pasiegos del circo de cumbres que rodea Esles.

Íbamos un librero de viejo con sus dos perros, Raquel y yo. Nos topamos primero con un anciano y más tarde con una anciana, los dos pasiegos. Él vestía chaqueta muy bien remendada y elegante; ella, botas de montaña, calcetines altos encima de los leotardos, enaguas, saya, delantal, jersey, chaqueta y pañuelo a la cabeza. Los labios los tenía pintados y las manos muy cuidadas (de hecho agarraba la picaya con un trapito rojo para no estropeárselas). Respondían al arquetipo (el nuestro) del buen salvaje: inocentes, nobles, humildes, sanos.

Recuerdo la primera película que ví de Guerin: Tren de sombras. La programó el Aula de Letras de la UC en el antiguo cine Los Ángeles de Santander. Yo iba con un amigo al que me costó convencer. A última hora, gesto muy de Cazoña, de donde era él, reculó. Había dos chicos a la puerta. Les pregunté que si habían visto la peli y que qué tal. Me dijeron que sí, que merecía la pena verla. Finalmente entramos. La sala estaba casi vacía. Al cabo de unos pocos minutos suben a la tarima los dos chicos de la puerta. Eran los directores del Aula de Letras y de la película.

La película, que recomiendo, es una reflexión sobre la naturaleza del cine que emplea como materia prima unos rollos de película antiguos que el director encuentra en un mercadillo francés. Los rollos recogen escenas pretendidamente plácidas, neutras, inocentes. Pero a través del montaje, Guerin va descubriendo tensiones: la relación que mantiene el padre de familia con una de las criadas, el momento en que la mujer se da cuenta, etc.

Volviendo a nuestro paseo por Corra, y con la película de Guerin cargada en la cabeza, la chaqueta del señor se me hace demasiado elegante, lo mismo que los labios pintados de la señora, demasiado refinados.

No albergaría dudas si supiera decodificar el código que emplean los campesinos a la hora de vestirse. Pero lo único que tengo a mi alcance son estudios de lo que vestían mis paisanos hace cien años, nada que me permita saber qué me une a ellos hoy a través de su vestimenta actual. Solo pasado. Lo que empezamos a ser.

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