Tengo en el balcón un pequeño jardín compuesto por una flor seca de las que dieron en la última fiesta de la primavera de mi calle, tres helechos también secos cogidos en El Robledal de Todos (Selaya) y una única planta que no está seca: una buriza (desconozco su nombre en castellano). Esta última me la dio un amigo montañés. Él la considera mala hierba. Me dijo su nombre y la arrancó de su huerta. Se la pedí. Me preguntó que para qué la quería. Le dije que quería plantar la palabra. Desistió de seguir preguntando. Me la dio sin más.
Hace años saqué un librito en el que intentaba explicar de forma muy somera las distintas piezas del territorio cabuérnigo a partir de la obra de Manuel Llano. Listuco que soy, identifiqué un prado conocido como La Buriza como una antigua dehesa boyal, es decir, el lugar donde se recogían los bueyes. Metí la pata. La Buriza es, ahora lo sé, un prado donde abunda esta planta.
Tener una buriza en mi balcón y que sea, además, la única planta que no está seca, me ayuda a recordar la necesidad de ser más humilde.
La planta es burízu, no buriza. Como bien dices la buriza es, en la cuesta, el sitio que se reserva para que pasten los bueyes.
ResponderEliminarNo es que sea mala hierba, pero no pinta nada entre las lechugas. El burízu que sale en las tierras, entre el maíz, se aprovecha como forraje para los animales.
Apa.
Alegrías que me das.
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