Tras recoger esta mañana una carta manuscrita de Wenceslao López Albo que me estaban enmarcando en Cristmol y que voy a regalar al hombre que ha salvado la vida a mi padre, me dispuse a atravesar los Jardines de Pereda para ir a la exposición que sobre creacionismo y vanguardias literarias ha montado Ediciones La Bahía en el Palacete del Embarcadero, pero me ha sido imposible. Las obras del Centro de Arte Botín me han impedido el paso. He tenido que cruzar la carretera, avanzar por el Paseo Pereda hasta alcanzar el semáforo que está más allá del Banco Santander, volver a cruzar e ir por La Machina hasta el Palacete.
El Palacete estaba cerrado. Solo abren de 18 a 21 h.
Gracias al gracioso paseo por la ciudad promovido por el Centro Botín, he podido ver:
Una pala excavadora de juguete, amarilla, abandonada por un crío al pie de una palmera de los Jardines, un hombre dando de comer a la boca a un perro en la puerta de un bar, un espantajo saliendo del Banco Santander con un periódico económico bien a la vista bajo el brazo, un flipao salido de no sé qué after queriendo bailar de la que andaba, y ni una cosa ni otra, con los cascos puestos, las banderolas españolas aquí y allá indicando que el viento es gallego y que trae nubes, una mujer en descapotable mirando al cielo, una pareja de guiris haciendo una foto por la espalda a un grupo de pescadores que andaban sembrando el pánico en La Machina cada vez que lanzaban la caña, un crío montado en una moto de juguete eléctrica que ya quisiera para sí cualquier cojo, un chica con el brazo derecho atenazado por un bolso de marca, una vieja jugando al roce con su bastón de la que pasaba bordeando los bancos, árboles comidos por el salitre, ni un solo pájaro (gaviotas sí, muchas) y mi sombra proyectada en otras muchas cosas que callo.
Ya se van notando los efectos.
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