Todavía no hace dos meses que operaron a mi padre del corazón. Cuatro bypass. La espera no fue, afortunadamente, muy larga, pero fue. Durante, todo se cargaba de significados inéditos: la alameda a pasos cortos para no cansarse, el garaje con el coche anidado, etc. Tras la (exitosa) operación todo está volviendo (poco a poco, pero y qué, lo importante es que vuelva) a su sitio. No obstante, el rastro de lo vivido ahí está.
Hoy he coincidido en el autobús de camino al hospital, donde trabajo, con un señor vestido como quien va de boda como puede con lo que tiene, repeinado, con una bolsa de deporte del año catapún colgando al hombro, y cara de espanto. Iba solo. Supe de inmediato a dónde. Hace poco más de dos meses no lo habría adivinado. Es más, no me habría ni fijado en ese señor. La línea 1, que llevo usando desde crío, tenía justo al lado del mío un asiento que yo nunca había visto.
¿Cuántas vivencias venideras me descubrirán facetas de la realidad que ahora me son (creo que lo son) ajenas?
Se me han ido (se nos han) dos amigos: Hugo y Gisela. Ayer pasé por su portal. Pocas veces estuve en su casa, porque yo no soy muy dado a estar en casa de nadie, ni siquiera en la mía. Su portal es, para mí, aunque lo haya frecuentado poco, el punto donde se cruzan los dos ejes que marcan sus coordenadas vitales, su símbolo, además del punto de algunos de mis apartes o incluso de algunos de mis finales ("Hugo, que me he marchado de casa", le dije cuando abandoné la que compartía con mi ex). Yo, allí, mirando el portal, el suyo, que ya no.
La vida no hace más que develarse sombría, no hace más que abrirme oquedades.
Tal y como dices "se me han ido dos amigos", espero que no lo lea mi mare, que no es que se te hayan ido dos amigos, es sólo que están un poquito más lejos.
ResponderEliminarPor lo demás, no das tanto la coña como amenazaste.
Abrazo fuerte (y sin palmadas en la espalda, ese gesto minusvalorizante de los abrazos de verdad).
Se os extraña.