El Dr. Madrazo, ya anciano, fue condenado de por vida a la cárcel que se habilitó en el edificio de Tabacalera, actual Biblioteca Central de Cantabria (por cierto, ni una sola referencia a su oscuro pasado, aunque solo sea por respeto a los que allí penaron por su ideología, en un edificio dedicado hoy a la cultura). Salió para morir en su casa de Castelar, en una habitación que estaba justo encima de la mesa del rincón que hay nada más entrar en el bar Siboney, a la derecha. Cuentan que cuando salió del lugar donde le condenaron, me niego a llamarlo juzgados, las pescadoras de Santander, las pejinas, le hicieron una pasillo de honor, jugándoselo todo, en las escaleras, en la foto.
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