Antiguamente las tejas no solían rematar a paño, sino que lo hacían en forma de sierra, como dientes, al menos por la parte del portal, es decir, por la fachada.
En Cabuérniga se entiende por goterás (o goteral / goterial en otros valles, aunque no sé exactamente en cuáles) la cortina de agua que cae por estas tejas abajo. Esta cortina de agua es el límite simbólico de la vivienda. Un límite que también es sonoro (el sonido de las goterás es clásico). Este límite persiste incluso cuando no llueve.
Así como la costa llega hasta el punto más lejano que ha alcanzado tierra adentro el mar (las salpicaduras del mar, si es que el mar, tan grande, tiene la gentileza de salpicar) nuestras casas llegan hasta donde lo hacen las goterás, el agua que cae del tejado.
En la primera foto, la sombra de un tejado muy antiguo que remata en sierra. En la segunda, la mejor manera de acabar con las goterás. En ambos casos en Santibáñez.
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