(1)
Había una vez un catedrático que quería publicar las obras completas de un científico del XIX. Presentó el proyecto. Se le dió cancha porque era del partido. Un pastizal, era lo que pedía: por el libro y por su labor de editor literario, o no sé qué. En realidad solo tenía las referencias bibliográficas del material, nada más. Referencias que, además, no había conseguido él, sino la biblioteca de su institución. No esperaba un no por respuesta. Habría comprometido la publicación con alguien de corbata en una cena o algo así, supongo. La solución que propuso fue recibir un premio de ámbito nacional que se convocaba anualmente, ya no, y el dinero del premio invertirlo en la edición del libro. O sea, el dinero hacía el favor de donarlo para la publicación del libro; él se conformaba con el premio. La respuesta definitiva fue no. No tardó en llamar al responsable, al de la corbata, para pedir la cabeza del que le había dicho que no. Pero el responsable no estaba para pijadas. Fue que no. Ha ganado, este catedrático, de entonces a la fecha algún que otro premio. Merecidísimo, seguro. También ha conseguido publicar el libro recientemente pero en su institución de cabecera (que se supone que no tiene dinero para nada y patatín y patatán), lo cual supone un descalabro para su CV, porque si te publica la institución en la que trabajas no puntúas. Cosas de la ciencia en este país: mira que no puntuar, con el esfuerzo que le ha costado a este señor publicarlo... ¡qué injusticia!
(2)
"Vd. vive en la casa de Matilde de la Torre. Y lo hace ilegalmente. Matilde de la Torre tuvo que abandonar su casa perseguida por los golpistas. La casa la ocupó a la fuerza un antepasado suyo, un antepasado que era falangista, para más señas. Tampoco muy lejano, no se vaya a creer. Este antepasado suyo quemó los libros de Matilde de la Torre en un pila, en el jardín, una pila rematada por un retrato de la propietaria. Fueron muchos vecinos los que lo vieron. Matilde de la Torre tuvo que huir del país con un hermano que tenía discapacitado. Ambos murieron pobres. Apenas tenían qué comer. Mientras, su familia, la de Vd., disfrutaba de la casa que le habían robado. Hoy es Vd. el que vive en ella. Quiero creer que ignora que su casa, en la que vive, no es suya, aunque lo dudo. Es fácil creer que uno se merece lo que tiene. Pero a veces lo que uno se merece no es precisamente lo que uno cree. Con la presente doy por hecho que ya sabe que su casa no le pertenece, no, al menos, moralmente (desconozco si transcurridos más de ochenta años un bien robado pasa a ser propiedad del ladrón, pero imagino que en este país sí). No le animo a que la abandone, no a estas alturas (quién yo, además), ni que pague por ella a los herederos, ni que ceda su uso al pueblo, tan necesitado de espacios comunes, simplemente que tenga un gesto de decencia. El que no tuvo su familia hasta ahora. Matilde de la Torre dejó como única herencia documentos. Están en la Fundación Pablo Iglesias. No están mal conservados, pero podrían estar mejor. Qué menos. El contacto lo tiene fácil. Es tiempo de corregir. Es Vd. el único que cree que puede seguir yendo con la cabeza alta por el pueblo."
(3)
Estar nel aeropuertu y nu ser pa gulver a casa.
(4)
Ahier el papagayu de un vicinu del barriu estaba silbando l´himnu nacional, pero mal.
(5)
Verbu de la badía de Sanander: entollase; cuando te cuelas nun sumideru, nun joracu ena balsa que nu se véi, y nu eris pa salir se diz que te quedas entolláu. N´asturianu (diccionariu ALLA): entollar: v. Atollar, meter o metese [nun atolladeru]. 2 Ameyorar [d’una enfermedá]. 3 Atascar [el molín por tar el granu verde y llento y apegase al frayón].
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