(1)
Me ha salido una verruga en medio de la nuez. Pregunté a mi tía Geniuca. Me dijo que con leche de higo se quitaba. Desde entonces siempre que puedo me la echo. Hay una higuera de camino al trabajo, por la pasarela de las estaciones. Esta mañana me he cruzado con una chica que yo diría era quechua. Me estaba echando la leche de higo en la verruga. Se me ha quedado mirando con cara de "pero este tío qué está haciendo". De indígena a indígena, he callado. La verruga se está yendo.
(2)
Hace tiempo comenté que en Cantabria también existió improvisación poética de carácter oral. Incluso piques, tipo regueifas gallegas o las controversias entre bertsolaris, tan oportunamente actualizadas (solo hay que ver el documental Bertsolari). Así lo demuestran los libros de Pedro Madrid, el libro sobre cantares cazurros de Cossío, el capítulo dedicado a Polaciones en Voicing de moment o la novela Rebelión, sobre todo ésta, donde hay una referencia explícita a estos piques (de noche, con el pueblo en fiestas, por cierto San Vicente de la Barquera, dos mujeres en lid... verbal art puro y duro). Pero qué digo. Sigue existiendo. Yo mismo he asistido a un pique entre familiares del novio y de la novia en una boda bastiana. Por cierto que la voz cantante la llevaban las mujeres. Hace tiempo, cuando lo comenté, puse el ejemplo de una coplilla empleada por mi abuela en respuesta a un requiebro de un vecino, me parece. Algo de una pera podre, no lo recuerdo. Resultó, según supimos gracias al comentario de un lector del blog, que la coplilla no era original, sino muy conocida en el ámbito panhispánico. Mejor aún. La reutilización de melodías y de letras es norma en la improvisación poética de tradición oral (que se rige por parámetros distintos a la lógica del libro, donde hablaríamos de usurpación o plagio). Que la batería de rimas es la parrilla de los versos (el trovo alpujarreño es un ejemplo claro en este sentido) y que ésta es limitada, por mucho que actualmente se esté expandiendo (entre vascos sobre todo), no hace falta discutirlo. Que sea lícito reciclar versos ya es otro cantar. Caso de hacerlo, ¿hablaríamos de improvisación? Por qué no. Estaremos de acuerdo en que se puede recurrir a lugares comunes, a temas, a topoi retóricos sin perder el carácter repentista (de hecho la improvisación se nutre de estos lugares comunes, a los que puede actualizar o no, dependiendo de la habilidad del poeta). Y puesto que a veces estos temas están encarnados en versos concretos que residen en el reservorio de rimas tradicionales del individuo (incardinado en la comunidad), puesto que la identidad entre tema y verso "precocinado" es total, también será lícito recurrir a éstos. En el pique que recordaba mi abuela, que recordaba parcialmente, todo estaba pautado, si me apuráis: el encuentro, el encuentro en dónde, entre quiénes, si jóvenes o si solos o si vecinos, etc. El pique era de esperar. Los versos empleados eran versos a emplear, versos también esperados, versos ahí puestos para eso, guardados en la recámara para ese contexto. Pero no todos serían versos de segunda mano. Una tía mía recuerda unos versos aparentemente improvisados en los que sale ella. Mejor prueba no hay. Los piques son así. Quizá debamos establecer gradaciones. Estoy seguro que en los piques de finales del s. XIX en San Vicente de la Barquera se reciclaban versos (incluso el uso de versos conocidos podría ampliar las resonancias de la composición) pero también estoy seguro que se creaban otros en el momento. Puede incluso que hubiera ocasiones en que todos los versos empleados eran creados en el momento (no sé si este caso es el ideal, puesto que entiendo que la improvisación tiene que tirar de lo conocido, también por lo que respecta a las letras, por lo que una composición toda nueva no sé si se podría dar y caso de darse no sé si sería una anomalía antes que una meta). De lo que sí estoy seguro es de que no podemos esperar una improsivación que prescinda de todo (de rimas tradicionales, de versos anteriores que vengan al caso, etc.), no podemos esperar una improvisación sin red, mejor dicho, una improvisación no ya sin red, sino sin trapecio. Sería una improvisación, llegado a un extremo, tipo poesía fonética tan de moda en los setenta, una poesía sin referentes, sin agarraderas. Y ni aun así (si no eras un progre tampoco lo entendías). No podemos medir la improvisación poética de carácter oral con la regla de la poesía culta de tradición libraria, porque saldría mal parada. Es lo que se ha hecho, cuando se ha hecho (como Cossío con sus cantares "cazurros"), hasta ahora, y es por eso que la poesía tradicional es poco valorada o, en el mejor de los casos, que se ha relegado al arcón de lo anacrónico, de lo folkie. Yo no quiero leer poesía de tradición oral (qué importante el libro sobre el Nansa de W. Christian, pero qué mal). O si la tengo que leer, que sea en un libro electrónico. Y si es en un libro electrónico, que no sea en un PDF cutre, sino en uno virtual, en un libro 2.0 Las nuevas tecnologías pueden ser la salvación. O nos subimos al tren ahora o tendremos que decir adiós definitivamente.
Lo que quería decir (aunque parezca mentira no era lo anterior) es que el reciclaje de piedras en nuestra arquitectura tradicional, el coger esta piedra que se ha caído aquí para levantar un muro allí, sobre todo esta piedra que parece tan bonita con esta talla, antiguo dintel ahora jamba, antigua estela actual sillar, es un reciclaje parecido en todo, mutatis mutandis, al reciclaje de melodías y letras en la improvisación oral: son piezas que ruedan de casa en casa, de pared a pared, de boca a oído. No dejan de ser casas nuevas... sujetas al patrón de la arquitectura montañesa; no dejan de ser composiciones poéticas improvisadas... sujetas también a coordenadas montañesas.
(3)
Pero hombre, ¡que te vas a quemar!
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A China en barco, Félix fue feliz. En una casa de Valtierra (Navarra).
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Foto de uno de los carteles que pusieron en las vallas de los jardines. Los quitaron al segundo día. Las proporciones, obviamente, están mal calculadas. Sin querer.
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