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Paso por la Biblioteca Central a menudo. Desde hace meses tienen las fotocopiadoras inhabilitadas por falta de tóner. No les funcionan las máquinas de autopréstamo. Muchos de los ordenadores de consulta del catálogo están apagados.
Ya no digo nada sobre el abandono que padecen municipios como Cabuérniga, Los Tojos, Puentenansa, Tudanca... abandono que bien pudiera ser constitutivo de delito por parte de quien es responsable y hace dejación de funciones. Dar servicio a todos, sin que ser pasiego o cabuérnigo suponga una falta o motivo de exclusión, también es competencia de la Biblioteca Central.
Recuerdo que cuando se puso en marcha la biblioteca, mejor me ahorro contar cómo, muchos de los que se sentían fuertes porque habían entrado mal pero bien porque los que mandaban decían que así es como había que entrar atacaron a los que también habían entrado mal pero que nadie se dignó defender. Lo de siempre: los fuertes agrediendo a los débiles. ¿Por qué? Porque pueden. Tan es así, que los fuertes publicaron o vieron con buenos ojos que se publicara un listado de los débiles. Una lista negra como en los viejos tiempos. Muy español todo: los enchufados de ambos bandos lanzándose a la cara que si a mí me han enchufado siguiendo las normas y a tí no, que si a mí me ha enchufado alguien que manda más que el que te ha enchufado a tí, que si yo es que sueño en inglés, que si yo es que me licencié en historia pero hice un cursillo de catalogación en una academia, que si no te preocupes que aquí nadie tiene los estudios correspondientes, ni siquiera las directoras, que si qué directoras y olé. Un sindios. Al final las cosas no se arreglaron por arriba, sino por abajo, como siempre. No se pidió responsabilidades a los responsables (el consejero, el responsable de bibliotecas, las responsables de la biblioteca), sino que se echó a los compañeros débiles, es decir, aquéllos que habían entrado mal, como todos, pero a los que nadie defendía. Los fuertes ganaron y lograron que echaran a muchos de los de la lista negra, entre ellos a un chico del que voy a contar una anécdota personal: Raquel tenía un libro de la biblioteca en casa desde hace más de una década, de cuando siendo una chavala pasó una temporada larga en Santander. Como los miedos son libres, no se atrevía a devolverlo por temor a qué le pasaría. Pero era imprescindible devolverlo primero porque sí y segundo porque ella, ahora que vive en Santander, necesita hacer uso pleno de la biblioteca. ¿Qué hacer? Un día nos armamos de valor y fuimos a la Biblioteca Central. Nos atendió el chico que digo, uno de los que echaron al paro. Le contamos lo apurados que estábamos. Le quitó a Raquel la multa (eran tantos los días de castigo acumulados que era absurdo aplicarlo) y nos impuso como penitencia donar el mejor libro que conociéramos. Puede que lo que hizo no fuera "profesional" (no confundir "profesional" con "profesionalismo", refugio éste de mediocres) pero la decisión que tomó fue, además de arriesgada (para él), la mejor de entre todas las posibles. El libro que le llevamos como penitencia tiene a día de hoy muchos préstamos a sus espaldas. Está ya ajado de tanta lectura. Es Puerca tierra, de John Berger.
El chico sigue hoy en el paro.
Siempre he creído que las identidades es imposible que no se construyan contra algo. Los que entraron mal pero bien en la Biblioteca Central necesitaban hacerse, construirse frente a los que entraron definitivamente mal, y atacaron. A los que entraron mal y no defendía nadie les tocó el papel de enemigos. Acabaron todos o casi en el paro. Seguro que los buenos profesionales, los que elaboraron o apoyaron que alguien elaborara la lista negra de malos, seguro que duermen tranquilos, satisfechos, y que cuando recuerdan lo que hicieron tomando el café de las doce siguen dándose la razón los unos a los otros: "es lo que había que hacer", "que aprendan", "mejor ellos que nosotros"... seguro que nadie habla de intrusismo, no vaya a ser qué.
Y ahora que en la Biblioteca Central no funcionan ni las fotocopiadoras, ¿dónde están los valientes, los profesionales? No les tembló la mano a la hora de publicar o apoyar la publicación de una lista negra, no dudaron en hacer todo lo posible para echar a sus compañeros a la calle, a los débiles, pero sin tocar a los de arriba, por lo que pudiera pasar, pero ahora que no hay ni para el tóner, qué. Tanto profesional como hay metido, ¿dónde está? ¿Dónde ahora que no hay nadie por debajo, nadie que ellos crean inferior, nadie al que echar la culpa?
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Campo.
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Joraca en Frías, Burgos. Es para las gallinas, no para los gatos. No sé cómo se llama en castellano. El cántabru joraca presenta una distinción de género muy bonita: el femenino confiere un sentido positivo a todo: botellu vs. botella, mesu vs. mesa, ventanu vs, ventana, etc. En este caso, la joraca es un agujero que es algo más que un agujero, de ahí su sesgo positivo y el femenino correspondiente. Esta joraca burgalesa es preciosa.
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La toba es rugosa.
Se trata éste de un material de origen volcánico muy apreciado en arquitectura tradicional porque pesa poco y permite que las construcciones ganen altura. Tengo entendido que es de uso frecuente en Campoo. La foto está tomada en un valle burgalés llamado de Tobalina.
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Calvario. Frías.
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