Viví varios años en Madrid. Una vez que vino de visita mi madre nos fuimos a dar un paseo al centro y ante el gentiríu exclamó: "¡Qué desierto!" Se refería a la soledad que parece mayor cuando estás rodeado de desconocidos, quizá, o a que no había dónde posar los ojos, a la falta de referencias, en fin, a la desconexión con lo que veía.
Es como aquella mujer que enviudó y tuvo que ir a la garáuja sola, se durmió y cuando despertó y lo vio todo plano preguntó asustada: "¿Dónde estamos?" En Castilla, respondieron sus acompañantes. "Ay, Dios mío, Castilla, Castilla, ¡el fin del mundo!"
Leo en El Diario Montañés de hace un par de días lo siguiente: "Para ello [para la construcción colectiva de una nueva Cantabria, sic] durante cuarenta días hemos querido [Cantabria Abora] simbolizar nuestra particular travesía por el desierto recorriendo barrios y pueblos de Cantabria transmitiendo un único mensaje: Una nueva Cantabria es posible".
¿Travesía por el desierto? ¿En Cantabria? ¿Es Cantabria un desierto? Según. Para mí, no.
Me suena a comparación metafirica de los 40 años de travesía en el desierto que a una comparación física y paisajista a, pero para gustos los colores
ResponderEliminarBien que te hayas dado cuenta.
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