El puente que han trazado sobre las vías del tren para conectar con el ascensor de la calle alta de Santander pasa por mitad de un huerto urbano fuera de control. Con fuera de control quiero decir no promovido por el ayuntamiento.
Cuando vi la jugada pensé: adiós huerto.
Pero no, el huerto ha mermado su tamaño y se ha redondeado, se ha replegado para resistir.
Sin embargo, el otro día que fue el día más largo del año, al pasar por el puente de camino al trabajo, hete que la sombra del puente incidía directamente sobre el huerto, tapándolo por completo.
Es una guerra de exterminio.
En la vertical, en lo que era un bosquete donde anidaba el águila, los huertos urbanos del ayuntamiento, asomados.
El huerto de las vías alza sus cultivos como las madres que ven caer la ciudad y ofrecen desesperadas sus hijos a los últimos periodistas que huyen en helicóptero.
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