A veces cojo el nuevo ascensor de la calle Alta con una chica así como de mi edad que siempre va con prisa.
Hoy también.
Como yo.
Pero hoy ella iba con un chico.
Iban discutiendo.
- Pues compra perchas.
- Que ya te he dicho que no tengo dinero.
Me he imaginado que son sus primeros días juntos.
Que él se ha ido a casa de ella, una casa pequeña, como la nuestra.
Me he imaginado que el chico está en el paro.
Me he imaginado que a día 15 con una mudanza de por medio, por mucho que le hayan echado un cable sus amigos, ya no le queda dinero de la paga.
Me he imaginado su situación y se me han puesto los pelos de punta.
Ha llegado el ascensor arriba y la chica ha salido disparada.
El chico detrás arrastrando las playeras.
Cuando ya la chica le sacaba un buen trecho el chico ha gritado:
- ¡Espera un poco, ¿no?!
- ¡No puedo! - contesta ella.
Y ha seguido.
Yo, que también voy con prisa, me he puesto a caminar a la altura del chico hasta que salimos de la plaza donde muere el ascensor y entonces sí, aprieto, que además vienen nubes malas.
Lo bueno de vivir al norte es que el mar te deja ver a lo lejos.
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