La etimología de sel es controvertida. Hay quien dice que es una palabra prerromana emparentada con topónimos como Selores o Silió que es lo mismo que decir con hidrónimos como Saja o Sella. Estaríamos hablando de lugares húmedos codiciados por el ganado y por ende por los pastores y vaqueros. Otros creemos que su origen es latino, la palabra, que no necesariamente la realidad a la que da nombre. Los que nos alineamos con esta última opción nos dividimos en dos grupos: los que defendemos que procede del latín SEDILE, lugar donde se descansa, opción montañesa, y los que defienden que tiene que ver con redes tendidas por los pastores para acotar estos espacios ganaderos, opción a la que podemos denominar castellana. Hasta que apareció la montañesa la castellana era la única, así que ésta no recibía el adjetivo de castellana ni ningún otro pues no se consideraba una opción, sino simplemente lo que era.
He de confesar que a mí estas redes me parecía improbable que existieran. Hasta que hace no mucho pude tomar la siguiente foto en un museo leonés:
Es, y copio literal de la cartela, una "red de aprisco que lleva unas cuerdas o escales por arriba y por abajo para tensar la red".
La cosa cambia. Ahora al menos sé que estas redes no son una fantasía.
Repasando los archivos del móvil he encontrado la foto de un cuadro de Andrés Cortés y Aguilar titulado "La feria de Sevilla" de 1852 donde se aprecia una red de este tipo:
Creo que la foto está tomada en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, aunque el cuadro no sé si es de su colección permanente o no.
Este último apunte es de finales del verano de 2020.
El principal adalid de la opción castellana es el profesor Ortega Valcárcel, vallisoletano. Seguramente él tenía cargada en la cabeza este tipo de redes cuando se enfrentó a la etimología de sel y es por eso que encontró en ellas el mejor hilo del que tirar. Yo, al no haber visto una red de este tipo nunca, al no ser capaz ni siquiera de imaginármelas, no pude recurrir a ellas a la hora de explicar lo mismo y por tanto tomé otro camino, ni mejor ni peor, otro.
Es importante tener presente que lo que vemos está a menudo condicionado, si no siempre, por las gafas con las que lo hacemos. El profesor Ortega Valcárcel imagino que viera en el sel un espacio ganadero igual a la majada castellana. Para un castellano que crea que estamos hablando de lo mismo nada más lógico que tomar sel como una palabra derivada de la red de aprisco. Sin embargo yo veo en el sel y la majada dos realidades diferentes, por lo que no puedo trazar equivalencias entre ambas, mucho menos dependencias, qué decir de intentar que el nombre del espacio montañés derive de un elemento propio del castellano ajeno del montañés.
Las vacas saben suyo el espacio donde han mamado de becerras. En Sejos no hacen falta cierres. Otra cosa son las ovejas castellanas que se mueven en espacios inmensos que recorren sin pisar nunca la misma brizna de hierba durante meses.
No es solo que la opción castellana suene rara a oídos de los montañeses, que somos a fin de cuentas los que vivimos aquí, razón suficiente, se me hace, para al menos cuestionar la opción castellana, sino que, además, los montañeses tenemos nuestra propia opción, que ya quedó apuntada antes: latín SEDILE, lugar donde se descansa. Nos es más fácil imaginar Sejos como un espacio atomizado en subespacios ganaderos que no es necesario delimitar porque las vacas ya tienen aprendido el mapa antes que como un espacio cubierto de redes.
La opción montañesa frente a la castellana, dicho de otra manera, sel como sustantivo montañés o como castellano... antiguo (que es la manera como los castellano o por mejor decir los filocastellanos tienen de incorporar algo que ellos mismos consideran ajeno: poniéndole la etiqueta de antiguo, que es muy cómoda porque permite desactivar lo que haga falta).
También es cierto que parece que los seles no siempre se encuentran sin acotar. Quedan testimonios de seles delimitados por árboles, en particular acebos. ¿Defensa? ¿Apropiación simbólica? ¿Segregación del espacio comunal? En País Vasco son conocidos los sarobes, que son de dos tipos, los de verano y los de invierno, ambos regulados de forma estricta, incluso por escrito: ¿el sarobe vasco como tipo evolucionado de un antiguo, probablemente prerromano, modelo cantábrico que en Cantabria quedó anclado en una fase de desarrollo primitiva o, por el contrario, los seles montañeses son resultado de la degradación de un antiguo modelo muy bien definido que donde mejor se conserva es en el País Vasco? Pasa como lo que comentábamos al principio de que la etimología castellana de sel, hasta que apareció la opción montañesa, no se consideraba ni siquiera como opción, sino como la realidad, porque era la única que había: pues ahora lo mismo. La explicación del antiguo modelo cantábrico que subyace, estoy por asegurar, tanto en el sel como en el sarobe (¿y por qué no en ciertas tipologías de majadas como las extremeñas, cuando menos a tenor de la enorme influencia montañesa que se detecta todavía hoy, en el habla y no solo, al norte de Extremadura?), la explicación, decía, la acabarán dando, lógicamente, los que se están ocupando de ello, es decir, los vascos: son muchos ya los libros dedicados a este tema. En Cantabria, por el contrario, apenas hay nada más allá de lo publicado hace décadas por Manuel García Alonso, que no es poco, pero sí insuficiente.
Decíamos antes de las gafas, de la importancia de lo que cada uno tiene cargado en la cabeza, pero sobre todo es importante no olvidar que en etimología como en todo lo demás, quien cree tener la razón, la pierde.
De pequeño acompañaba a mi vecino a llevar sal a las vacas a los seles. Para mi, estaba claro que a esos sestiles en donde el gahado sesteaba se les llamaba seles porque ahí es donde se ponía la sal. Probablemente solo sea una lógica infantil muy elemental... ¿o no?
ResponderEliminarVoy a poner pronto fotos de piedras saleras de Abiaa / Abiada.
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