viernes, 16 de septiembre de 2016

Intus

Veo a una mujer que al salir de misa de la iglesia de Terán se santigua al pasar por delante del cementerio, mirando hacia una de las alas, donde, seguramente, se halle enterrado algún familiar.

Ayer nos contó una vecina de Lamiña que su padre rezaba un padrenuestro cada vez que bajaba un carro con hierba desde las praerias (con acento en la /-e-/) de La Esprilla para que no entornase o volcara.

Al poco de conocernos Raquel y yo fuimos al cementerio de Terán a que conociera a mis abuelos maternos.

En la iglesia parroquial de Lamiña se conserva un San Antonio agarrando un campanu al que se ponían velas cuando subía el ganado a los puertos. El pastor era de Viaña. Con la primavera subía a Joces, a Moscaoriu y entrado el verano a Sejos.

Mi abuelo quería que lo enterraran debajo de uno de los árboles de la Castañera de Terán. Su tumba es de las nuevas, de ladrillo. Está orientada a sur, como la casa en que nació, que sus actuales propietarios han puesto a la venta. La casa de los padres de mi abuela, en San Sebastián de Garabandal, la compró un norteamericano para ir a ella cuando llegara el fin del mundo. Murió hace tiempo, el norteamericano. La de mis bisabuelos bastianos es una de las pocas casas del pueblo que se mantiene intacta.

En la ermita de San Frutosu dicen que había dos sarcófagos de estilo prerrománico asturiano. ¿Serían pareja?, se pregunta una vecina. Uno se conserva y es una joya. El otro ha desaparecido. Un vecino dice que la parte de abajo del sarcófago perdido es el bebederu añadido al lateral de una de las fuentes del pueblo. De la tapa nadie sabe. En el pórtico hay una tapa haciendo de banco con una inscripción que pone en latín "Vasco, pecador, aquí yace, viva para siempre", del s. IX, pero no es ésa, aseguran. En el pórtico de la iglesia de Terán hay otra puesta en pie que apoya contra uno de los contrafuertes. No la he medido.

En Lamiña se sentaban en sillas, no había bancos corridos en la iglesia. Cada familia ponía en su sitio una vela negra para sus difuntos que sostenían en hacheros con tornos, como los del balcón del coro, lo mismo que los del coro de Terán. Hay un banco a la puerta de la sacristía de Lamiña con patas que parecen de yegua.

Mi abuelo cuando estaba agonizando decía que le dejaran subir a beber agua a la fuente Rulín, en La Esprilla.

Que se curaría.

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