Recuerdo que de niño nuestros mayores cogían para nuestro solaz murciélagos y les daban de fumar hasta que morían.
A la vista de los comentarios negativos que está suscitando el proyecto de elaboración de un atlas de murciélagos en Cantabria, tengo que admitir muy a mi pesar que poco hemos cambiado.
También matábamos ciervos volanderos porque creíamos que nos sacaban los ojos cuando íbamos en bici. Los perseguíamos con palos en el haz de luz de las farolas.
A los renacuajos los ensartábamos en tallos.
Disparábamos a los gorriones con escopetas de perdigones. Las urracas, que aprenden rápido, levantan el vuelo nada más adoptar la postura del que va a disparar, aunque sea con un palo o incluso con las manos vacías.
Matábamos a las abejas dando palmas, arriesgando clavarnos el aguijón.
Nos apostábamos en la boca de los hormigueros y matábamos a las hormigas con un balón. Esperábamos a que salieran las que nosotros creíamos enfermeras para matarlas también.
La cola de las lagartijas se mueve sola al arrancársela.
Si empalmas una escoba a la pértiga con la que se cogen los higos puedes desprender los nidos de golondrina de los aleros. Quedan bonitos posados en el cabecero de la cama.
Si llenas un bote de perfume gastado con agua y disparas a una mosca en vuelo, cae y explota cuando la pisas.
Los ciervos, las nutrias, los jabalíes, los urogallos, las águilas, los lobos, los osos, los rebecos.
Los murciélagos:
todavía
es mejor no saber
dónde.
Me llega que el proyecto quizá no sea tan limpio como parece. La necesidad del mismo es clara. Otra cosa es el modo como se gestione.
ResponderEliminarDefensa institucional del proyecto, aquí:
ResponderEliminarhttp://www.eldiariomontanes.es/cantabria/201611/29/importancia-murcielagos-20161129125653.html