He encontrado en el trabajo fichas de alumnos de un intento que hubo de Facultad de Medicina en la Casa de Salud Valdecilla, año 1936. Cuando cayó Santander a finales de agosto del 37 estas fichas fueron utilizadas por las tropas franquistas para hacer purga. En muchas hay anotaciones a lápiz de color rojo: "rojo", "asesinado", etc.
Uno de los asesinados era vecino de la calle donde vivimos Raquel y yo ahora.
Me sorprendió. No sé por qué. Quizá porque a la Guerra Civil en mi casa he llegado a través de los libros. No es nada, la guerra, que me haya llegado directamente, pese a que no dudo que en mi familia se pasara mal, como en todas. De ahí quizá el extrañamiento. Supongo que a muchos de vosotros os suceda lo mismo. La memoria histórica a fin de cuentas es un proceso de recuperación planteado desde el presente. Una de las necesidades que satisface es precisamente corregir la anomalía que supone sentir como algo ajeno lo sucedido entre nosotros hace escasas tres generaciones.
La ficha de este chico me afectó mucho. Su foto, sus aspiraciones, su firma. Trabajo donde él trabajaba, vivo donde él vivía. Lo mataron siendo más joven de lo que yo soy ahora. Encontré su ficha en primavera. Salí a la calle a tomar fotos.
Quisiera que mereciera la pena.
La vida.
Hoy es otoño. Lo había ido dejando.
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