Leyendo anoche un libro un tanto pasado de Juan Garmendia Larrañaga sobre costumbres funerarias vascas encontré una leve referencia a la antigua costumbre, según este autor, vasca, aunque hoy sabemos que común a un territorio más amplio, de enterrar niños no bautizados en el alero de la casa.
De inmediato me vino a la cabeza la casa que se levanta, imponente, en El Regatón de Laredo, cerca de la carretera de acceso a la villa desde Colindres. De esta casa ya traté aquí a cuenta de las lajas para parras que rematan el muro perimetral. Retomo algunas fotos:
En el alero se aprecia una tumba y una parra que sale de la tumba.
¿Se tratará de la tumba de un niño?
¿Y la parra? Es frecuente encontrar una enredando alrededor de la casa, como quedó dicho aquí y aquí. La parra de la fachada nace del alero, generalmente de un receptáculo con tierra o por donde aflora la tierra, como apuntamos aquí. Que la parra del alero de esta casa pejina nazca de una tumba abre posibilidades insospechadas hasta ahora: la tumba informa sobre el poderoso componente simbólico del alero, no cabe duda, pero ¿esa carga simbólica del alero afecta también a la parra? Si así fuera, ¿que haya tantas parras naciendo de los aleros tendrá o habrá tenido algún significado que vaya más allá de la mera practicidad? Son solo dos de las muchas preguntas que cabría hacer y cuya respuesta, caso de haberla, dejo a otros.
En el artículo titulado "Los enterramientos infantiles en contextos domésticos en la Cuenca Alta/Media del Ebro: a propósito de la inhumación del despoblado altomedieval de Aistra (Álava)" de Teresa Fernández Crespo, aquí, se dice que el tipo de enterramientos que describe está documentado en la Península Ibérica desde el Bronce Final hasta la época contemporánea (hasta el primer cuarto del s. XX en localidades de La Rioja Alavesa y Navarra) y que no es una costumbre de la que quepa esperar que aparezca espontáneamente, lo que implica la existencia de una creencia concreta que desconocemos de sustrato muy antiguo pero todavía hoy, por fortuna, rastreable.
Sería genial que alguien con tiempo y conocimientos contactara con los propietarios de la casa para dilucidar en la medida de lo posible las circunstancias de este enterramiento que, empalme o no con la costumbre descrita por Teresa Fernández Crespo, Juan Garmendia Larrañaga y otros (hay mucho publicado), es de muchísimo interés.
Lo desconocía.
ResponderEliminarÁnimos
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Y0
Relacionado:
ResponderEliminarhttp://ctxt.es/es/20170503/Firmas/12573/dolor-guerras-guillem-martinez.htm
Hola!! POdrias adjuntarme el enlace de Google mapas exacto de esa casa por favor??
ResponderEliminarDebe de ser por aquí....
https://www.google.es/maps/@43.4072732,-3.4440136,2480a,35y,342.84h/data=!3m1!1e3
Hola, la imagen que enlazas es la de Laredo.
ResponderEliminarLo mejor es que vayas en paralelo a la N-634.
Las lastras con hueco para parra dice el wickionariu cántabru que se llama "can", "canes" en plural.
ResponderEliminarRelacionado: "Lo excepcional del caso se halla en el hallazgo entre estos escombros de parte de los restos de un neonato así como de restos de enlucido pintado. Estos restos de enlucido presentan distintos tonos, en ocasiones en distintas capas superpuestas o bien con distintos colores en lo que parecen ser bandas. En uno de los fragmentos se han localizado restos de un trazo o signo o bien de una figura."
ResponderEliminarEn:
http://www.montebernorio.com/wp-content/uploads/2013/05/Monte_Bernorio_Nueve_Siglos_de_Historia__Torres-Martinez__Martinez_y_de_Luis_2012_Kobie1.pdf
En relación:
ResponderEliminar-Andana: Parrales que orlan las huertas.
En vocabulario carranzano:
http://www.lomberadecarranza.com/blog/diccionario-palabras-carranzanas/
"Desparrados, con sus caes de piedra", mencionado por Carmen González Echegaray en su libro sobre Peñacastillo en relación con la antigua isla del Óleo, actual Nueva Montaña.
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