El otro día me contó Raquel que hay un señor que trae pan en una furgoneta blanca a la tienda que ocupa uno de los pocos, si no el único, local que se conserva de los que se levantaron se supone que provisionalmente tras el incendio, cerca del edificio simeón, que vende productos de lujo, también el pan del señor que conduce una furgoneta blanca que para en línea amarilla, la deja con los intermitentes puestos y baja corriendo
pan
en una cesta
de plástico.
Pareciera que los pájaros estén esperando.
Hoy que la he acompañado he visto los restos
rubios.
A los pájaros les gusta la hierba artifical de la terraza del bar que está antes del chiqui, en la misma curva, porque los restos de pan se ven mejor.
Canta un pájaro que no lo es, le digo el otro día a mi sobrina, que lo parece, le digo, pero es como los delfines, que dimos un paseo por la alameda, que viven en el mar pero no son peces.
Los periquitos se van organizando.
Y el ulular de no sabemos qué, yo creo que autillo, que cuando cierras las ventanas se oye por encima de los coches
desde el salón sin nada
en silencio
pero no cuando las abres
que entran mosquitos.
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