En 2014, concretamente aquí, punto cuatro, decía: "Creo fundamental generar artefactos literarios (ensayo, teatro, narrativa, etc.) que ayuden a reactivar nuestro paisaje. Si nos lo quitamos de la cabeza, como si se tratara de un sombrero apolillado, desaparecerá definitivamente. Es hora de resituarlo. ¿Literatura instrumental? Sí, y descarada además, literatura al servicio de la creación de contextos que recuperen para la cultura el espacio, haciendo paisaje. También cine y música y toda la batería de herramientas intelectuales que tengamos a mano."
Ayer compré en la feria del libro viejo de Santander Tristura, novela de Elena Quiroga, año 1960, cuya acción se desarrolla en El Alta de Santander, que es donde nació mi padre.
"El faro era el latido de Cabo Mayor por las noches. Nadie dejaba de dormir porque la luz penetrase entre las rendijas, con un resplandor espaciado e igual. Había dos luces cortas, como la respiración de un niño, y luego un aliento grande que debía de iluminar la mar como un amanecer por la noche. El faro estaba mezclado a nuestras oraciones al acostarnos, a los ojos apretados sin dormir, al baño antes de cenar, al invierno. En verano, solamente en medio de la noche, al despertarme, notaba dentro del cuarto la respiración de la luz. Era mejor la oscuridad, porque la luz hacía brillar mi ropa blanca doblada sobre la silla, agrandaba sombras en las paredes, en el techo, barría las dos camas fronteras en donde dormían Clota y Suzanne."
"Publicada en 1914 e inédita en nuestro país, Los filántropos en harapos es una novela explícitamente política, considerada un clásico de la literatura obrera de todos los tiempos."
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