Entonces
Cuando se hallaba el mundo a punto
de que el prodigio sucediese.
Cuando las horas esperaban
que unas manos las exprimiesen.
Cuando las ramas opulentas
daban su sombra a nuestras frentes.
Cuando en el mundo se morían
todos los tristes y los débiles.
Cuando el soñar, el sentir hondo,
cuando el beber ávidamente
la luz, la brisa, el agua, el aire,
eran primero que la muerte.
Cuando las tardes solitarias,
cuando los árboles más verdes,
cuando las conchas de colores
a nuestras madres sonrientes,
a nuestras novias de ojos grises
como la escama de los peces.
Cuando eran pena y alegría
nuestros amables timoneles
y no existía otro paisaje
que el que alzaba su luna enfrente:
mundo que abría cada día
sus lejanías, frutalmente.
(¿Eras así, tan sin palabras
primaverales que te expresen?
¿Tan de elementos terrenales:
arena, piedra, hierba, nieve?
¿Nombres de tiempos, de lugares
deshojados diariamente:
Piélagos, Hoces, Montes Claros,
octubre, enero, abril, noviembre?)
Yo no te pinto otros colores
que los colores que tú tienes.
¿Eras así, mi paraíso,
rumor del agua cuando llueve,
hacha que hiere la madera,
fuego que incendió la hoja verde?
Yo no me acuerdo ya de aquello.
Un día tuve que perderte.
Cuando se hallaba el mundo a punto
de que el prodigio sucediese.
Cuando tenía cada instante
un ritmo nuevo y diferente,
cada estación sin ubres llenas,
rebosantes de blanca leche.
De Tierra sin nosotros, 1947.
El padre de José Hierro era oficial técnico de telégrafos. Interceptó el telegrama que avisaba del golpe de estado de 1936, malogrando que los militares de Santander se sumasen al mismo. En septiembre de 1939 José Hierro es encarcelado por participar en una red clandestina de ayuda a los presos y a sus familiares. Sale tres años después y su amigo José Luis Hidalgo le convence para que vaya con él a Valencia. Muere Hidalgo en 1947 y Pepe Hierro retorna a Santander. Publica entonces su primer poemario, al que pertenece el poema arriba transcrito.
El mundo en potencia de Pepe Hierro es nuestra herencia.
La foto está tomada en la C/ Cisneros de Santander, tras ver un documental dedicado a Federica Montseny en La Vorágine.
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