El primer día creo que fue, tan temprano, defendí que si hay intención, más si buena, bien se podía aprovechar para fortalecer la red cultural de Santander, la pública, por ejemplo la estupenda biblioteca municipal, que lo necesita tanto como lo merece.
Que un político crea que no se debe apoyar a una institución demasiado es creer que ese apoyo es demasiado... como para que quede en manos públicas. Lógicamente, una institución jamás está apoyada en exceso. Las instituciones son sistemas que cuando integran un nuevo elemento se reconfiguran, pero para bien. Creer que por apoyar mucho a una institución se hace peligrar dicha institución es o no tener ni idea o tenerla demasiado clara, la idea que al político le beneficia, digo.
Y digo también si buena, la intención, porque no es imprescindible que el mecenas sea bienintencionado. Si no lo fuera, que, insisto, no tiene por qué ser negativo, es decir, si lo que buscara fuera el exclusivo beneficio propio por una vía distinta a la comercial (a través de la desgravación de impuestos, por ejemplo), perfecto, pero entonces habría que exigirle que se pagara lo suyo. Éso y, ya que no busca el beneficio común, que al menos no moleste. Pero si lo fuera, si la intención fuera cosechar el beneficio común, lo lógico es que se integrara en el sistema público, contribuyendo a su mejora.
Estoy hablando del Archivo Lafuente y su precedente el Centro Botín (éste es éste más las puertas que abrió).
Que el hecho de llegar alguien, el que sea, y hacer lo que quiera con la aquiescencia (otros creemos que irresponsabilidad) de la administración, pasando por encima del patrimonio público, tan débil (tan debilitado), tan de por sí delicado, no es buena idea.
No es buena idea para el común, quiero decir. Para los políticos sí lo es: por qué si no aparece hoy noticia relacionada con el Archivo Lafuente..., pues porque conviene. Hay que tapar el fracaso (está rolando a escándalo) del MetroTUS, lo cual, dicho sea de paso, no resta interés objetivo a la noticia. Mañana será otra la razón y pasado mañana otra y así. Es un as en la manga. Diez millones de euros públicos cuesta. Pero no creáis, es lo mismo en todas partes: el otro día salió publicada una carta al director de Mirapeix agradeciendo a la Consejera de Sanidad su labor (acto legítimo) y recordando (torpemente) que lo hace porque gracias a ella se puso esa escultura horrible a la puerta del hospital cuyo autor es familia de su mujer. Este último caso es reciente y claro de lo que estoy tratando de explicar.
Y no era tan difícil. Pongo a continuación enlace a noticia publicada ayer mismo en El País sobre la adquisión (no sé el procedimiento, si donación o compra, pero no importa porque lo relevante ahora es el modelo) del archivo del crítico de arte Sebastià Gasch por parte de la Biblioteca de Catalunya, aquí. Así, con las lógicas adaptaciones a la realidad (realidad que puede tener que contemplar a una administración diciendo que no, pero no por pasotismo o por intereses espurios), sí. Todo lo demás son fórmulas que conducen al fracaso, el primero de todos el colectivo.
Imaginaos a la Red Municipal de Bibliotecas Públicas de Santander haciendo con el fondo del Archivo Lafuente: una maravilla. ¿Y por qué no? Ya imposible. Ahora a pagar, a agachar la cabeza, a aplaudir, a tragar con los nombramientos que se avecinan, a poner excusas cuando te inviten a una inaugración que seguro estará súper concurrida, etc.
Podía haber sido de otra manera. Pero Santander ha elegido (¿realmente lo ha hecho?) ésta: la vía santanderina del mecenazgo.
Creo haber dicho lo mismo o parecido en otra ocasión. No me apetece volver a tratar sobre este tema.
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