Lleva viniendo asiduamente desde hace lo menos tres años un señor que se pasa la jornada laboral enchufado al ordenador. No sé si es fontanero o electricista, una de las dos profesiones, pero seguro que es de plantilla, no es de los que se han pasado a Ferrovial. Debe tener el culo plano.
Ya el otro día le pregunto y me dice que está a punto de terminar un ciclo dedicado a ... ¡dirección y gestión de instituciones sanitarias!
Surfeo su nombre y está vinculado a un sindicato.
Y es ahora cuando me pregunto qué es lo que entienden por Sanidad Pública los que dicen abanderar su defensa. ¿Su coto? ¿Defenderla, de quién? ¿De este señor que no ha dado un palo al agua como poco en los tres últimos años o de quién?
Eso de que primero la destrozan los halcones neoliberales para que luego veamos bien que se privatice, falla. A mí más me parece una excusa.
Se hace imprescindible repensar la función pública y luego buscar el inevitable e incluso deseable encaje con el sector privado a través de distintas fórmulas como puedan ser las fundaciones públicas, que ya existen, pero a las que lo público debería dar más carrete (si al papeleo público se le superpone el privado, morimos) al tiempo que controlar más (sobre todo alinear con objetivos públicos claros). Si nos dejamos vamos a acabar trabajando todos para unos pocos. Creedme.
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