viernes, 19 de octubre de 2018

Un libro en la encrucijada

"Sobre una suave colina que domina la vaguada del paseo de la Castellana se alza, entre pinos, la Residencia de Estudiantes. Los pasos crujen en las chinas de la explanada que circunda el edificio. A un lado, un banco de piedra, regalo de un mecenas. En torno crece la hierba. No es el césped de los colleges de Oxford, sino su imitación castellana. Hierba siempre a punto de agostamiento, prematuramente madura, no logra nunca alcanzar esas tonalidades tiernas del verde de las primicias del año, porque en Madrid no hay primavera. Es un verde malogrado. La reciedumbre del monte bajo late soterrado y siempre acaba por invadir con sus tonos, morados, amarillos, el césped temprano, implantado más que sembrado, convirtiendo la joven hierba jugosa en pasto viejo y esencial. No rezuma agua, pero huele fuerte."

La encrucijada de Carabanchel (Cid, 1963) de Salvador García de Pruneda (becado por la JAE, o sea, que es de suponer que sabe de lo que escribe), p. 40.

Esto mismo se dice de la primera Casa de Salud Valdecilla, la de antes de la guerra, a saber, que lo que se perseguía estaba lejos de poder alcanzarse. No lo comparto.

Esta novela es la típica que encuentras al lado de la que fuiste a comprar a la librería de viejo (en este caso Antuñano, en la C/ Alonso), y también te la llevas. Es un libro estupendo pese a los condicionamientos propios de la época, de entre los cuales no es el peor el fatalismo que rezuma este párrafo, no sé si consciente o inconscientemente, fatalismo, por cierto, que tanto cunde entre los nacionalistas antinacionalistas españoles de hoy, el polo opuesto atraído, que ven en España un problema irresoluble parece poco menos que por imposibilidad genética (la de los otros, la de los que tienen la culpa, porque parece que sin que la culpa sea de otros no podemos vivir).

Impresionante, por retomar el hilo, el capítulo once y último de la primera parte, en que se narra el 14 de abril de 1931 en Madrid. Anoche me vino a la cabeza otro capítulo de otro libro, uno del escritor cabuérnigo Ricardo Fernández de la Reguera, que no por seguidista (quizá el tener fácil publicar por motivos que ahora no vienen al caso ni conozco yo en detalle le permitió intentarlo todo, perjudicándole por lo que pudo afectar a su originalidad) no por falta, en ocasiones, de originalidad, decía, dejó de escribir libros muy buenos, como éste cuyo título no recuerdo (pero que tengo en alguna caja metido) donde hay un capítulo en que el protagonista es detenido y conducido a una checa en el Madrid republicano, un capítulo estremecedor.

La encrucijada de Carabanchel, cuya lectura requiere un tanto de preparación (o quizá prevención), no por complicado sino por las coordenadas a las que responde, que es mejor tenerlas claras para que no afecten, es muy recomendable.

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