Mi abuela materna se casó dos veces. La madre del primer marido y abuela de mi tía la mayor, que ya es una de las más ancianas del valle, recuerda que decía que al Saja hay que temerlo en Terán. No le faltaba razón, como se ha podido comprobar recientemente. Que el agua escape precisamente por ahí quizá sea resultado de una antigua intervención humana olvidada pero cuyos efectos todavía padecemos.
Terán, topónimo antiguo y de significado oscuro. Si hubiera algún otro Terán o familiar sería importante describirlo para poder comparar e intentar extraer alguna conclusión sobre su etimología.
La abuela de mi tía también decía que su calle, la del Carmen, que es probablemente fruto de algún proceso protourbanístico desconocido, lo mismo que el barrio Jismana de Ruente o el pueblo de Mar, era de antiguo una hilera de casas bajas. Efectivamente, cuando se hizo obra en casa apareció una puerta gótica y un perfil de casa baja acorde. Y también decía que en tiempos inmemoriales la calle fue lera. Es probable que tampoco en ésto le faltara razón.
Dentro de la casa, por donde "la piedra", que es el primer escalón, que es de piedra, de la escalera de madera que conduce al piso superior, aparecen manchas de humedad en el suelo (mi tía maneja una cartografía de las baldosas que a mí ya se me escapa) que cree podría encontrarse en relación con lo que le decía su abuela, con el antiguo remanso pedregoso del río.
Las higueras, dos, están frente a la casa, al lado de la pared de la huerta y son peligrosas. Cuando se levantó el empedrado y se abrió la tierra para meter las tuberías salió la raíz sobre todo de una de las higueras gorda como el tronco y no sabe, dice, si se metería por debajo de la casa.
Y es que hay árboles de las orillas de los ríos, así considerados, así categorizados, que están, se dice, donde no deben, como estas higueras.
La higuera es un árbol del que no te puedes fiar porque poseyendo la lógica de los árboles de las orillas suele estar cerca de las casas, a las que amenazan con sus raíces. Pero siendo la higuera un árbol cuyo emplazamiento suele responder a una lógica antrópica, que esté donde no debe, si acaso fuera cierto, tampoco es culpa suya sino nuestra.
Hay árboles de las orillas de los ríos que están donde no deben, decía antes, pero es que a lo mejor somos nosotros los que estamos donde no debemos.
Mis primos clavaron un herradura en la higuera mala y a todos nos pareció bien; hoy el árbol la ha sumido.
Los árboles de la bolera de Sopeña de Cabuérniga también son árboles de las orillas.
Se podan porque sus hojas destrozan los tejados. Fíjate que son pequeñas y redondas, dice, como cantos de río.
Antiguamente la madera de la poda de los árboles de la bolera se repartía entre la gente necesitada o que no tenía medios para ir a por leña, en particular viudas y mujeres solas. Se hacía lo mismo con los árboles del corru de la iglesia, que llevaba un vecino, el que vivía en la casa de detrás de la iglesia, donde yo
donde yo
robaba pirujos
robaba pirujos duros
tanto que ni los pájaros
solo cuando se pasan
los pirujos
de la huerta
del vecino de los árboles
que se podan
para dar calor
en la soledad
de una casa a solas
a orillas
de la vida.
Propuesta para etimología de Terán:
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