"Alpestor acompañaba a Ulises a la fiesta [de las espigas, en Ítaca]. Se apoyaba en nudoso cayado de pastor, y llevaba en bandolera repleto zurrón.
- El vino se lo compraremos a Poliades. Siempre lleva al campo de la fiesta dos o tres pellejos. Si luchas, Ulises, que sea antes de comer. Descálzate, y con los pies desnudos pisas una mata de manzanilla. Es como aceitarlos.
- He recibido los más sabios consejos, Alpestor. No he de luchar en la parte baja del campo porque el húmedo terreno cede bajo los talones, y no puedes girar fácilmente, ni he de luchar en la parte alta, porque resbala en la pinaza del pinar vecino. Si mi contrincante es grueso, no he de buscar su cintura, y si es delgado evitaré presas que obliguen a pasar mis brazos bajo los suyos. No me han de distraer los gritos de las muchachas ni las voces de los hombres apostando, y no he de mirar a mi enemigo a los ojos, que me engañará.
- Así es, joven amo. Ésos son los elementos. Y la cabeza siempre levantada. Cuando Belías vino de Asia sin el ojo izquierdo, contaba en la plaza que lo perdiera luchando. Al soltarse de una presa, vio tambalearse al contrario, y cabeza baja lo embistió al estómago. Pero el otro, ágil medo, lo esquivó con la mano derecha en la nuca. El ojo de Belías saltó en el mármol del gimnasio, y rodó como una cuenta de vidrio.
- ¿Y no fue así?
- Aprende la lección, pero no fue así. Le picó un tábano mientras dormía."
De Las mocedades de Ulises de Álvaro Cunqueiro. En esta novela se funde la Grecia Clásica y la Galicia previa al éxodo rural de los años sesenta, o quizá la anterior a la guerra, que no sé dónde marca este autor el corte, de una manera asombrosa.
Los aluches también en La Montaña, incluso de carácter ritual, como los que se echaban por carnaval en un prado ribereño del Saja, en Correpocu (Cabuérniga), prado que todavía no sé cuál es, pero que sé que está cerca de un puente.
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