Hace tiempo me hizo ver un amigo carmuniegu que a las vacas que están en el invernal se les suele poner algún tipo de protección en las puntas, por ejemplo unas gomitas (como las de las patas de las banquetas), para que no se las dañen cabeceando contra las paredes, aquí (punto 5).
A las tudancas nos las solemos imaginar en el monte, pero también pasan muchos meses al año, de hecho los más, dentro de invernales o cuadras. Es ese otro lado al que no solemos prestar atención. El lado oscuro pero porque no atendemos a él, no porque sea peor. Ese otro lado que nos convierte a unos en paisanos y a otros nos deja fuera. Al menos de acuerdo con una idea de paisano determinada, que yo considero legítima, pero que no hay razón para considerarla única.
La vaca que imaginamos en el monte, en la cuadra.
He comprado en una librería de viejo santanderina Historia de una tertulia (Castalia, 1953) de Antonio Díaz-Cañabate, memorias dedicadas a la tertulia de José María Cossío en Madrid, por aquello de enterarme sobre su vida allende.
"Habla de un su criado de la casona de Tudanca, nonagenario y filósofo cínico.
- ¡Qué gran tipo! Sí, sí, ¡magnífico! Una vez reprendí al muchacho que estaba encargado de cuidar mi jaca. Como buen montañés, no tenía ninguna afición a los caballos; todo su amor era para las vacas, y me la cuidaba mal. Le reñí. Y el viejo le recomendaba: ¡Cuídala, cuídala; mira que si le falta la jaca montará a caballo en nós!
Ríe estrepitosamente."
Cossío, en la cuadra.
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