Recibo un guasap:
estoy ahora a islas
vienes a La Campanuca?
Yo ni idea,
ni de su interés reciente
ni en dónde La Campanuca,
pero sí.
La última fue a iniciativa mía
y fue:
buscar una hilera de hitos
enormes, entrevistos desde la autovía
en Las Llamas
que no encontramos
y la anterior
la casa del demonio
en Cureña,
que tampoco.
Pues a las siete donde siempre
para coger marea baja,
cita
y a en punto bajo
ocultando mi sombra
en la sombra
de lo que me rodea:
el día arde
y la mar - media hora escasa
al volante, las ruedas
inmersas en los espejismos
de la carretera -
se repliega
desnudando los pasos:
evitamos pisar donde el otro
para no hundirnos
en la basa, negra
por la materia orgánica
en descomposición.
Rodeamos la isla
y encontramos la cueva
- a norte, con bordado
de ostras -
donde se escondían
los vecinos
de los aviones.
Sobrevuelan cuervos
y un águila
que parece blanca
aparece al anochecer
para cubrir nuestros pasos
de vuelta
que no seguimos
por miedo
a hundirnos
en la basa, negra
por dentro.
Es imposible que los vecinos se refugiaran aquí
nos decimos.
Ya en casa, a la luz
de la mesita de noche
envío un guasap:
no es de los bombardeos
de lo que huían
sino de:
los legionarios
los moros
los falangistas, de:
las violaciones
las matanzas.
La cueva
permanece - a norte
calcio endurecido
de apariencia ósea
a sus pies.
Pero ahora es de noche
y la marea está alta;
los pasos están cerrados.
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