Se ha comentado mucho sobre el miedo que infundía, tal vez lo siga haciendo, la cámara de fotos en muchas culturas. En Cantabria es famosa una foto recuperada por Jesús García Preciado en la que sale una niña cruzando los dedos para que la foto no le robara el alma.
¿Es la foto en sí quien roba el alma o la persona que se asoma a la foto, la persona que mira? ¿Es la fotografía la vía de acceso al alma o lo es el ojo? ¿Es robar el alma lo mismo que echar el mal de ojo pero a través de la foto? ¿Qué papel cumple en todo esto el ojo (el mal de ojo, el ojo que mira)?
En relación con lo anterior, llama la atención la distancia que toma la gente cuando advierte (o es advertida, que no sé si son posados o capturas azarosas) que alguien está tomando una foto. Me refiero a los primeros tiempos. Es una distancia considerable. No se acercan movidos por la curiosidad, como pudiera pasar hoy. Me recuerda a la distancia que toman los animales como prevención que es la que dicen que explica que en una conferencia o en una clase los alumnos no suelan ocupar las primeras filas.
Las dos fotos son de Torrelavega antes de los años veinte.
La siguiente la he puesto casi un año después de la primera redacción de esta entrada y es de Santander:
¿Sabes donde puedo encontrar la foto de esa niña?
ResponderEliminarSi te refieres a la niña del trigal, aquí:
ResponderEliminarhttps://www.todocoleccion.net/fotografia-antigua-fotomecanica/fotografia-antigua-foto-animada-castellon-trigo-nina~x18285865
Me refería a esa "foto recuperada por Jesús García Preciado en la que sale una niña cruzando los dedos para que la foto no le robara el alma."
ResponderEliminarAh, vale, salió en una de las páginas que le tenía reservada "El Diario Montañés" hace años.
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