"Subirse a un árbol era importante, de hecho, creo que esta película hace un viaje vertical de la tierra hacia el aire. De pequeños subirnos a un árbol era un acto de rebeldía, porque lo teníamos prohibido. En ese sentido, la película regresa a ese acto de desobediencia y declara: quiero abandonar la tierra, quiero estar en el aire. Por eso los libros que me llevé fueron de gente que se eleva subiéndose a una torre o a una roca. Ese mirar las cosas sin un sustento firme bajo los pies es una idea bonita."
Oskar Alegría sobre su película Zumiriki (2019), aquí.
En cántabro a los árboles se esquila, como hacen los esquilos, palabra griega ("el que se da sombra a sí mismo [con la cola, añadimos]") inoculada supuestamente (está por explicar el porqué de tantas palabras griegas entre nosotros) por los romanos, que significa en castellano ardilla, ésta de origen árabe.
Pero la palabra que ahora quiero traer a la memoria no es otra que la cántabra arbolariu, "soñador, fantasioso".
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