viernes, 8 de noviembre de 2019

Trayectoria

Han cambiado el semáforo que hay entre Jesús de Monasterio y la calle Burgos, que ahora vienen coches de todos los lados. Desde el lado de Jesús de Monasterio hay muy poca visibilidad. No así desde el otro. Los del otro lado los hay que se lanzan con el semáforo en rojo porque ven si vienen o no coches. Ayer un chico con un monopatín, que tuvo que hacerse hueco entre los que estábamos esperando en la acera de enfrente. Unas señoras no se apartaron y el chico tuvo que hacer un arabesco para poder pasar.

Y ya empezaron las señoras con la cantinela de los monopatines eléctricos, con razón. Eso hay que regularlo.

Pero cuando se puso el semáforo en verde ya estaban con que si además era marroquí.

Adelanté mordiéndome los puños para no decirles algo.

Seguí adelante. Paré en el escaparate de la librería Kattigara de la calle San Luis. Pasado un buen rato me alcanzaron. Ya iban diciendo que qué vergüenza, que hasta dónde podíamos llegar, que es una invasión.

El pelo cano, que ahora está de moda, sueltito. También yo lo llevo cano. Zapatos con los que taconear si preciso. Los míos de lluvia son de curita y no tengo otros. Abrigos de esos de ante que empapan. Yo una parca con botones de marinero que también. Paraguas. De Santander de toda la vida.

Y me metí dentro sin decir nada, a aislarme entre libros.

Ellas siguieron al paso, cogiditas del brazo. No sé hasta dónde llegarían. Pero lejos.

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