Se presenta un día complicado.
Abro, enciendo luces, ordenadores -es mejor no esperar a que lo haga el administrativo de la mañana- y voy a tomar un café a ver si levanto un poco.
El bar al que voy es uno pequeño que está cruzando la cuesta de los toros. Poca gente a estas horas. A mi lado un paisano con boina y chaleco, pantalones gastados y cara como si le estuviera dando la luz de lleno. Pide agua. Le venden un botellín.
El periódico, el informativo de fondo.
Salgo y en lugar de volver me meto en el barrio obrero colindante, a tomar el aire asomado a sur. El día está rompiendo por Peña Cabarga. Ningún vecino. Las más de las persianas echadas.
Sopla una leve brisa que no mueve nada. Solo el sonido de los coches que pasan y de alguna ambulancia que entra o sale.
Envío un mensaje a mi madre para darle ánimos.
Seguro que Lamarga viene de cenagal.
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