viernes, 7 de febrero de 2020

"Casas y tumbas" y gestos, de Atxaga

En las primeras páginas de la última (también porque no va a escribir más) novela de Bernardo Atxaga, uno de los personajes, que todavía no sé si va a ser protagonista o no porque llevo leído muy poco, no habla ni se relaciona fluidamente con las personas que están a su alrededor por un motivo que todavía no ha sido desvelado aunque parece que empieza a comunicarse mediante gestos, uno de los cuales es el de todo va bien con el pulgar hacia arriba.

Ese gesto o el de ok cerrando el círculo con el índice y el pulgar eran impensables en nuestros pueblos hasta hace pocos años. Yo mismo he empezado a utilizar el del pugar hacia arriba hace nada pero solo en determinados contextos y porque me lo pegó un médico muy viajado y simpático, si no tampoco.

Me extraña ese primer gesto en el personaje del novelista vasco.

Es un crío recién llegado al pueblo desde un internado francés. A lo mejor lo que pretende el autor es transmitir la idea de personaje de vocación cosmopolita. Lo utiliza viendo por la tele una competición de los Juegos Olímpicos celebrados en Munich el año 1972 con su tío, panadero. O quizá lo que quiera es describir la apertura del pueblo a la modernidad, representada por la tele, los juegos y el gesto. No lo sé, pero por el momento me parece un gesto extemporáneo.

Lo digo porque yo en los setenta y ochenta pasaba los veranos en un pueblo de montaña, como el crío de la novela.

En mi pueblo de los veranos (es lo que tenemos los hijos de maestro, que mudamos como las vacas) se jugaba a baloncesto, en la bolera. El aro era un hierro clavado en un plátano del corro. Había que tener mucho cuidado por si el balón botaba en algún hierro del castro y se perdía. Al que mejor jugaba le llamábamos Culis, de coolest, el más despierto. También él sacaba la lengua como Michael Jordan cuando atacaba la canasta, lo mismo que otro amigo que tuve después en Santander, en el instituto. A ninguno de nosotros se nos ocurría entonces levantar el pulgar para decir nada.

Eso sí, la novela de Atxaga promete.

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