Se hizo un cartel dedicado a la Escuela Libre de Medicina inaugurada en la Casa de Salud Valdecilla a finales de 1936, semilla de la que pretendía ser Facultad de Medicina de la Universidad de Cantabria (sic), proyecto abortado por la guerra, y a su impulsor, el Dr. Wenceslao López Albo.
Se acabó poniendo en uno de los pasillos casi a escondidas porque las autoridades, curiosamente socialistas, no acababan de ver la oportunidad para hacerlo. Nadie inauguró nada. Además, fue la época en que los artistas plásticos tomaron prácticamente al asalto las paredes del hospital y parece que una cosa no casaba con la otra, que el cartel dedicado a la Escuela Libre de Medicina era demasiado comprometido para el compromiso que los artistas estaban dispuestos a asumir, que no iba más allá de ver sus obras colgadas en uno de los espacios más transitados de Cantabria. Nadie quería hacerse responsable ni compartir vecindad con el cartel.
Nada más ponerlo, sin todavía haber siquiera desenchufado el taladro, un anciano que pasaba por allí, paciente dado de alta o lo más probable visita, en cualquier caso ignorante de lo que se debe a cada uno, no tuvo reparos en espetar que a ese hombre, refiriéndose al doctor, le había pasado lo que le había pasado, que es la persecución, la infamia y el exilio, por haberse metido en camisas de once varas, literal.
La reacción esperada. La reacción temida. Qué pena. Qué pena sobre todo temer algo así.
Se refería, claro, a la guerra, y al compromiso adquirido por el médico cántabro, compromiso que había acabado traduciéndose en distintos cargos de sanidad militar ocupados en su etapa catalana, caído el norte en el verano del 37.
Pero y qué menos, tratándose de un doctor de su capacidad y amplitud mental, cómo no ponerse del lado de la legalidad y de las víctimas.
En cualquier caso, si esta participación del doctor en la sanidad militar pudiera servir a alguien como excusa para justificar su represión, qué decir entonces por ejemplo del Dr. Abilio García Barón, Gerente del Hospital Valdecilla en los años cincuenta, con la Cruz Roja del Mérito Militar y la Cruz de Guerra prendidas de su pechera.
"Pues lo mismo, de haber ganado los otros el Dr. García Barón habría sufrido represión": no. El Dr. López Albo cumplió con su deber y debido a ello sufrió represión, él y su familia, aquí. Sin embargo, el Dr. García Barón participó de un golpe de estado. No es lo mismo. De acuerdo que tengamos que mirar para otro lado y no cargar contra los golpistas, no sé muy bien por qué, pero lo acepto; lo que no puedo aceptar es que se ponga en el mismo plano a unos y a otros. Hay que dejar claro lo que fueron unos y lo que fueron otros y quién tenía la razón y la justicia de su lado y los que no.
Para pasar página hay que reparar la memoria de tantos represaliados. No digo ya poner en su sitio a los represores, que también convendría, pero antes, lo primero, devolver a los represaliados lo que se les arrebató, qué menos, que es ante todo el nombre. Y estoy pensando no solo en el Dr. López Albo, sino también en el Dr. Téllez Plasencia, exiliado en Francia, el Dr. González Aguilar, exiliado en Argentina, el Dr. Gonzalvo, asesinado y enterrado en la fosa común de Ciriego, y más, estoy pensando en Matilde de la Torre, exiliada y condenada a la pobreza - todos sus bienes incautados -, en Consuelo Berges, marginada en el interior, en Matilde Zapata, asesinada y enterrada en la fosa común de Ciriego, etc.
No quería dejar de contar lo que pasó con este cartel para que no se olvide.
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