"El problema de casi toda la gente, sus limitaciones, provienen de la falta de persistencia, de su pereza o fácil contentamiento, también de su miedo. Casi todo el mundo recorre un breve trecho y se frena, se para de pronto y toma asiento y se repone del susto o se adormece, y entonces se queda corto. A alguien se le ocurre una idea y normalmente con eso le basta, con la ocurrencia, se detiene complacido ante el primer razonamiento o hallazgo y ya no continúa pensando, ni escribiendo con mayor hondura si escribe, ni exigiéndose ir más lejos; se da por satisfecho con la primera hendidura o ni siquiera eso: con el primer corte, con atravesar una sola capa, de las personas y de los hechos, de las intenciones y las sospechas, de las verdades y los embelecos, nuestro tiempo es enemigo de la insatisfacción íntima y por supuesto de la constancia, está organizado para que todo canse en seguida y la atención se muestre saltarina y errática y el vuelo de una mosca la distraiga, no se soportan la indagación sostenida ni la perseverancia, el quedarse de veras en algo, para enterarse de algo."
De la primera parte (de tres) de Tu rostro mañana, titulada Fiebre y lanza (Alfaguara, 2002) de Javier Marías, p. 343, un libro por el que no daba un duro (bueno, pagué siete euros por él en Kattigara) pero que me está sorprendiendo y gustando tanto que es probable que a partir de ahora, no tengo prisa, esté pendiente de que aparezcan en librerías de viejo las primeras ediciones de las otras dos partes.
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