viernes, 24 de julio de 2020

La vocación

Estábamos dando un paseo por El Alta al atardecer y a la altura de la casa donde nació mi padre, que es la misma que el hospital donde nací yo, casa y hospital frente por frente, nos paró una señora que era madre de un antiguo alumno de mi madre.

Mi madre estuvo dando clase en una academia de uno de estos barrios altos siendo muy joven. Todavía se acuerdan de ella. Estoy diciendo casi cincuenta años después. Lo suyo era vocacional. Lo dejó al nacer yo.

Te he visto de milagro -la señora-. Estoy fatal de cataratas. Lo veo todo negro. Quién lo iba a decir, viéndoselas blancas. Ya no puedo ni escoger las lentejas. Mujer -replica mi madre-, si eso ya no hace falta. Que sí, que sí -ella-, que a veces aparece eso que se les da a los pájaros. Alpiste -mi madre.

Ya casi es de noche. La señora no parece darse cuenta. Nos despedimos esforzadamente y seguimos con nuestro paseo. Mi madre me cuenta cómo le ha ido a su alumno, que ha sido bien, y a su hermana, aunque ella no fuera alumna suya. Cincuenta años después. La vocación.

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