Hay quien prefiere ortigas (1928) de Tanizaki termina de forma abrupta en aplicación de una técnica tradicional japonesa que deja en suspenso el final de la narración. Acopla bien con el hilo argumental: un divorcio pospuesto eternamente. Me recuerda el final de "Gente joven", relato de Carranque de Ríos publicado el año 1934 e incluido en De la vida del señor Etcétera y otras historias (Editorial Helios, 1970) donde cuando parece que se va a prolongar la noche de uno de los protagonistas (en la cabeza del lector actual la farra de Tiempo de silencio o las de Historias del Kronen), ocurre lo siguiente:
"Desde su sitio, clavado como una estatua, alargó su brazo derecho y señaló a los otros, que estaban como impresionados por la escena. Les gritó con todas sus fuerzas:
- ¡Eh!... ¡Eh!...
Cuando le pareció que su llamada había surtido el efecto necesario, terminó su grito:
- ¡Eh, hombres vulgares! ¡Os silbo!
Y metiéndose dos dedos en la boca lanzó unos silbidos que rajaron la noche como una tela de seda. Después desapareció junto a los muros oscuros del Monte de Piedad. Huyó enormemente triste, ignorando para siempre el comentario de los dos compañeros de oficina."
El efecto provocado es parecido al que logra Tanizaki.
No me gustan las traducciones del japonés que no sean actuales porque estoy casi seguro de que se han vertido al castellano desde el francés o inglés, no directamente desde el japonés, y desconfío. En este sentido está haciendo una magnífica labor la editorial Satori (libros magníficos también en Gallo Nero y otras editoriales). Pero sí me gustan estas ediciones de la colección Formentor porque son contemporáneas de la "nouveau roman" francesa: hay cierta afinidad entre lo que me gusta de la literatura japonesa más conocida entre nosotros (Tanizaki, Kawabata, etc.) y esta corriente literaria francesa, así que traducciones al castellano desde traducciones francesas de esta época que sean de esta literatura japonesa (no tradujeron de otra) no me disgustan.
ResponderEliminar