Mi madre recuerda estar sola en el pueblo y cuando no cuidando de su hermana enferma en el balcón mientras mi abuela estaba en las tierras o metida en casa y dos niñas del pueblo colgadas del cuarterón por fuera sin poder entrar.
No tendría tres años cuando marchó toda la familia a Cabezón de la Sal.
Recuerdo una de las primeras veces que fue a Madrid a verme y en una Gran Vía atestada decirme que aquello le parecía un desierto de gente.
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