jueves, 23 de septiembre de 2021

Fragmento de "Pirenaica" de Ander Izagirre sobre los osos

"A los osos los mataron durante siglos porque atacaban al ganado y, en menor medida, porque interesaban su carne, su grasa y su piel; incluso porque era el animal más poderoso [de los Pirineos] y cazarlo daba prestigio. Las autoridades pagaban recompensas a los cazadores o les extendían certificados para que pudieran pasear el oso muerto y reclamar premios y propinas en los pueblos. Las escopetas, los venenos y los cepos aceleraron el exterminio. Las carreteras, las granjas, las urbanizaciones y las estaciones de esquí fueron arrinconando en grupos aislados a los últimos ejemplares.

A principios de la década de 1990 ya no quedaban osos en los Pirineos Centrales ni en los Orientales, y solo había rastros de alguno que otro en el Pirineo Occidental.

Ahora hay otra vez más de cuarenta: son eslovenos.

[...]

Alonso cree que en estos años ha quedado claro que los ganaderos y los osos pueden convivir. Se evalúan los ataques y se pagan indemnizaciones, pero, sobre todo, se previene: el Gobierno paga a unos pastores para que reúnan a todas las ovejas del valle en un solo rebaño, para que las vigilen con mastines, para que las guarden por las noches dentro de una cerca electrificada y para que duerman al lado, en una cabaña moderna. El problema en los Pirineos era que los ganaderos dejaban sueltos a los animales, porque ya habían exterminado a todos los depredadores, y la reintroducción del oso los pilló desentrenados."

De Pirenaica: Catorce crónicas de la cordillera (Planeta, 2018) de Ander Izagirre, pp. 161 y 168.

Conclusión: Consejero Blanco: trabaja, vago.

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