Volvíamos cansados no sé si de la compra no recuerdo con bolsas o sin ellas o si con bolsas cargadas mucho o poco y allí estaba sentado en un banco de la plaza de Perines con un bastón reposando en las manos y mirando a una paloma echada en el suelo que parecía dormitar al poco sol del atardecer.
Pasamos. Le miramos. Nos vio. Miró para otro lado.
La paloma solo parecía dormitar.
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