Tenemos que asentar con mayor firmeza nuestras raíces, no puede ser que al tiempo que, por ejemplo, todo el entorno de Moroso esté por explorar, un señor como Revilla diga que hasta que él llegó Cantabria ni siquiera se llamaba así, que todo ha salido de su cabeza, que todo se lo debemos a él. No podemos dejarnos desposeer de esa manera.
Durante siglos se estuvo discutiendo dónde había estado Cantabria. Gracias a la ciencia, al análisis riguroso de las fuentes antiguas (escritas por gentes que no eran de aquí), pudo probarse que los cántabros narrados por los relatores de la Antigüedad habían habitado un territorio que se parecía algo al ocupado por lo que se denominaba entonces La Montaña por la misma gente que lo moraba, país medieval, matrona de lo que hoy se llama Cantabria. De La Montaña a Cantabria es un hecho probado, que no admite duda ni discusión.
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