Fui a leer un poco a la terraza de un bar que hay detrás del antiguo Simago y como estaba llena me acerqué a la de un mesón de toda la vida que hay en la misma calle. Al lado había un grupo de obreros de la construcción despidiéndose de la jornada laboral. Eran mayores, tendrían en torno a sesenta años. Uno de ellos era de Liencres. Decía que su padre tenía vacas y que ganaba más por la grasa que por la leche. Fueron de no sé qué fábrica o institución a preguntarle cómo hacía para obtener tan buen rendimiento y él les reveló que porque daba a las vacas girasoles.
Los girasoles de aquí no son como los de Castilla, dice.
Los girasoles de aquí alcanzan fácil los dos metros de altura y tienen unas coronas así, y no le veo, no veo cuánto de grandes son según él las coronas de los girasoles de Cantabria porque finjo leer.
Los girasoles de Castilla son más pequeños y están más secos, por eso valen para aceite, asegura. Los de aquí no, continúa, los de aquí son para el ganado.
Por eso que mi padre ganara tanto dinero.
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