El mastín empezó a ladrarme desde una casa, nada más verme. En Viaña. Yo seguí adelante y se abalanzó sobre mí. Yo me detuve. En estos casos nunca tengo miedo, debo tener algo mal. Frenó en seco y se puso mi pie en su boca, me marcó. Retrocedí con calma y no pasó nada más.
El lobo fue mucho más amable.
El oso no tanto.
Esa es la otra parte del problema. No habremos resuelto el problema del lobo, pero si que hemos llenado el monte de perros peligrosos y aunque tengas experiencia en como hacer no estas libre del ataque.
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