Fue que mi madre, tan joven que no sé si conocería a mi padre, recién llegados a la ciudad, encontró a mi abuelo en la plaza porticada yendo del tren a casa, que estaba en menéndez pelayo, con un asta larga de rastrillo y una hoz atada en la punta que utilizaba para quitar los nidos de procesionaria de los pinos de una plantación que tenía en el monte, y mi madre le riñó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario